El sábado asistí a un evento hecho por Club Colombia llamado Zona
Picnic: música, cervezas, cojines en el piso, luces, la ciénaga/mar al frente
de lo más romántico, etc. El evento satisfizo mis expectativas a pesar de
padecer de una faringitis asquerosa.
La noche prometía ser mágica y al fin en mi ciudad hacían un
evento donde te invitaban a tirarte en el pasto y te permitía sentirte bohemio
sin necesidad de montarte en un avión y viajar hasta el parque bogotano de tu
elección, o si tienes más platica cruzar el charco hacia las europas y probar
que los colombianos también somos cultos leyendo a Jane Eyre bajo un sauce
llorón. Sin embargo, a pesar de todas estas expectativas e ilusión de mi primer
evento tipo picnic en Barranquilla, apenas llegué mi actitud se desmoronó,
gracias nuevamente a la faringitis, rápidamente vislumbré lo que me
esperaba el resto de la noche y armé mi ritual de adaptación:
1. Ubicación estratégica lejos de la tarima y los "asistentes
primera plana" de la noche.
2. Obtener la mayor cantidad posible de cojines para que
"parcharamos" y luego eventual y disimuladamente convertirlos en una
camita que se viera cool y me camuflara entre mis amigos.
3. Tener una alta ingesta calórica de los muchos restaurantes de
comida rápida que me podían suplir, repartida a lo largo de mi estadía para que
no fuera tan obvia mi porki-tendencia.
4. Como buena costeña, enferma y después de comer: la siesta, pero
está no podía ser tan boleta con bracito arriba de los ojos y roncada, no, no,
mi siesta se iba a hacer por intervalos y putting on a show.
Una vez tuve claro estos cuatro puntos me dediqué a hacer el
ritual por intérvalos: dormir acostada con las piernas cruzadas y con un leve
movimiento de pies de manera que pareciera que estaba oyendo la música tan
concentrada que tenía que cerrar los ojos, para luego despertarme y balbucear
cualquier sandez fingiendo lucidez al que me diera papaya, comer algo de más de
300 calorías para finalmente ver una adolescente de esas con las patas flacas y
largas que la pantorrilla no se les diferencia del muslo, ENTACONADAS. (bis)
(bis) (bis)
Eso está mal, simplemente mal. No me malentiendan yo amo los
tacones y por mí no me los quitaría en ningún momento del día, ya que estos
dolorosos artículos de tortura medieval son uno de mis ítems de seguridad.
Los tacones. Los tacones son para cada mujer un símbolo de fuerza
y poder; la fuerza que te da estar por encima de las que no son capaces de
ponérselos, la fuerza que se necesita para soportar la presión visual por
resaltar debido a tu altura anormal y la fuerza que te da que se te vea esa
pierna larga hasta Pekín. Así seas de muslos grandes como yo, no hay muslo que
no se estilice con un tacón de diez centímetros, y ahora que las modelos vienen
sin cuádriceps toca estilizar bastante ese jamón de carne bien grande con el
que muchas, como yo, vinimos al mundo para tratar de acribillar a punta de
pesas y cardio. El poder del tacón está en varios aspectos, primero está en que
pueden ser lanzados como objetos corto punzantes, jamás lo he hecho, pero
siempre tengo claro que son mi primer arma de defensa personal. Poder, que se
obtiene porque toma años insensibilizar los dedos para aguantárselos apretados
en esas cavidades puntiagudas. Poder, por estar empaladas de 6 a 8 horas o
doble jornada si te vas de rumba; y ahí, ahí es donde las costeñas ejercen más
el poder del tacón, en la rumba.
Las costeñas quieren ser sexy cuando se van de rumba a frogg's. No se puede usar mocasines o sandalias, mucho menos chancletas para irse a bailar sensualmente en minifalda, sin la intención, claro está, en lo más absoluto, de buscar marido. Para ir a frogg's definitivamente se tiene que usar tacones, y a diferencia de otras zonas menos calientes del país, aquí no se puede usar botas, que es la manera potrazainosa en "el interior" de conseguir proveedor a punta de pierna.
Para los costeños todo es rumba, no solo frogg's, y más aún si es
de noche y hay música, por esto sé que para más de uno, (incluida yo) el picnic
fue la rumba del sábado por la noche y para más de una el picnic era la
pasarela de la pinta del sábado y el escenario de los #selfie (s) de instagram
con su respectiva competencia de "quién tiene más likes" y
"desde cuántos ángulos me puedo fotografiar las tetas y hacerlo parecer
que es una foto de mi cara". El por qué me molesto ver las teens y no tan
teens en tacones en un picnic. En una "jinca". En el pasto, es
que me parece una profanación a la inteligencia y al buen gusto. A la
inteligencia por la omisión de la física, lo aprendí en bachillerato
"presión es igual a fuerza sobre área" ¿qué quiere decir eso? que en
el área de mi tacón estileto que es aproximadamente un centímetro cuadrado cae
toda la fuerza de mi peso acelerado por la gravedad, eso quiere decir, que así
seas la más light se te va a enterrar el tacón en el pasto y vas a parecer
bambi aprendiendo a caminar (ref. bib. http://www.youtube.com/watch?v=fwWJ4YzYTi4 )
lo que nos lleva a la segunda parte de mi premisa, es un insulto al buen gusto,
porque como todos sabemos estar a la moda es seguir las tendencias de la
temporada (estaciones del hemisferio norte del planeta) y saber escoger para que ocasión
utilizarlas.
Para mi ver tanta vieja entaconada fue como una alegoría pupi
de esa mujer costeña que trabaja en el centro y por su falta
de educación en las artes oscuras de la clase y el glamour se coloca
un short talla 4 cuando en verdad es talla 16 y se le brotan los mondongos, así
tal cual es usar tacones en el pasto, solo que lo engorroso está en las
maniobras para no enterrarse en cada paso que dan, y así como la matrona que no entiende el concepto de "la talla está en la etiqueta"
reza para que no se le explote el cierre después de almorzar, la joven se pega
la sudada fría en cada lomita que le toca subir, apretando las nalgas para que
en cada enterrada de tacón no pierda el equilibrio.